EL ESCRITOR COMPULSIVO

EL ESCRITOR COMPULSIVO
El gran Gustavo Adolfo Bécquer

EL ESCRITOR COMPULSIVO

El escritor compulsivo soy yo, Alberto Bellido y este es un blog dedicado a mi mayor afición, a mi mayor pasión: El cine, el séptimo arte.

En el blog los visitantes podrán leer y comentar diversos artículos así como guiones de todos los géneros redactados por mí y sus memorias de realización, es decir, las diferentes intenciones que me guiaron en el momento de crear cada historia.

Espero que todos disfrutéis con mi blog.

Un afectuoso saludo.

domingo, 30 de octubre de 2011

MICRORRELATO DE "LA PARCELA DE PAJA Y LA CALABAZA SONRIENTE"

Aquella noche de Halloween, Luis y Mario, adolescentes de un pueblo de la Castilla profunda, quedaron en la Plaza de su pueblo. Luis había tomado prestada de la bodega de su padre una botella de ron añejo, mientras que Mario salía de su casa con una botella de coca cola de dos litros en una bolsa de supermercado.
Luis se dirigió al punto de encuentro con una improvisada mochila que también contenía un par de vasos de plástico de litro. Pasadas las doce, aquel se convertía en un pueblo fantasma, pues ni siquiera el bar al lado de la Iglesia estaba ya abierto. Las figuras de Luis y Mario se desplazaron tintineantes hasta juntarse bajo los árboles del templo.
Consumidos por la ansiedad y esperando que el alcohol caldeará sus estómagos, ambos salieron pronto de los estrechos márgenes que delimitaban las calles del pequeño pueblo, hasta llegar a un maizal, situado por la carretera del cementerio, donde se habían contado mutuamente, durante las últimas noches, historias de miedo, impulsados en gran medida por el fervor etílico.
Sin embargo, no estuvieron mucho tiempo solos, ocultos por la imponente sombra de los maíces. Una furgoneta paso delante de ellos iluminando la carretera, asustándoles por su imprevisible presencia. Sin duda, se trataba del agricultor propietario del maizal, que había ido a comprobar el estado de la tierra y paro su vehículo cerca de donde estaban Luis y Mario. Alarmados, se pusieron a correr hasta penetrar en la tierra contigua, una parcela con la paja recién cultivada y agrupada en alpacas. No se sintieron seguros hasta que se ocultaron tras una de las alpacas.
Nerviosos, se precipitaron en sacar los vasos de plástico de la mochila, haciendo enseguida la mezcla de ron con coca cola. Comenzaron a beber, alternándose en la ingestión. Pero, de repente, una risa les heló el corazón. “¡Quién es! ¡Quién está ahí! ¡Maldita sea! ¡Esto no tiene ninguna gracia!”, exclamó Mario, al tiempo que Luis temblaba, derramando el litro por la tierra. Entonces, vislumbraron la figura de una persona con una calabaza en la cabeza moviéndose a velocidad endiablada de una alpaca a otra. Las risas se hicieron más fuertes, propagándose en la noche y resonando como un eco diabólico. Luis, asustado, se meo en los pantalones.
Y, sin dar respiro, el ser de la calabaza emergió de la oscuridad empuñando una horca y ensartándola en el aterrorizado Luis, que cayó a tierra sin vida. Mario, espantado, corrió como si llevara el demonio en su interior. Cuando estaba a punto de salir de la tierra y dirigirse por la carretera del cementerio hasta el pueblo, miro hacia atrás, observando aliviado que el ser de la calabaza no le seguía. Pero al volverse, su cuerpo fue atravesado por una horca.
El misterioso homicida se quito la calabaza de su cabeza, relevándose, a la luz de la luna llena, con una sonrisa despiadada y cruel, como el agricultor propietario del maizal. 

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